La Casta : Frank Shy Narragansett
El otro día, un hombre llamó para pedirme que escribiera un artículo sobre la casta. Si hay algo que yo odio hacer es escribir sobre algo que no sé, como es acerca de la casta, ni qué es lo que la causa. Peor que eso, no conozco a nadie que lo sepa. Un sinnúmero de galleros le hablarán hasta aburrirle sobre el tema, recordando todo tipo de experiencias, pruebas, etc., pero cuando terminan de hablar usted no sabe más de lo que sabía cuando comenzaron.
Ed Piper, quien publicaba The Feathered Warrior (El Guerrero Emplumado), era bueno para escribir sobre el tema. Cada vez que le faltaba material para su periódico, se sentaba en su máquina de escribir y producía un artículo sobre la casta. Creo que sus divagaciones sirvieron de algo, también por el hecho de hacer a los galleros consientes de esa importante cualidad, causándoles que intentaran mejorar respecto de ello a través de sus cruces, y a ser menos tolerantes con los gallos repentinamente pero que no lo repiten, aunque esos últimos ganaran una mayoría.
Ed siempre, buscaba la familia con absoluta casta. Por supuesto, nunca encontró una, pero se acordaba que fulano de tal tenía tal familia cuando era joven, y Ed estaba seguro que existía en algún lugar. ¡Ojalá! pudiera encontrarla hoy en día. Yo leí todas sus teorías y también investigué algunos de sus ejemplos y experimenté con varias teorías, pero todas cayeron en pedazos al examinar de cerca, así que no aprendí mucho.
Piper predicaba que si podía encontrar esa familia mítica con absoluta casta, la cualidad podría ser perpetuada apareándolos, sin nunca agregar una gota de sangre ajena. Inclusive, él conocía un tipo, por ahí en el norte de Maine, quien tenía tal familia. Eran Whitehackles. Los gallos antiguos puros. El criador sentía lo mismo de ellos. Tan finos que no los podía ni describir. El nunca introducía sangre ajena en la línea, así como nunca cruzaría el caballo Secretariat con una burra. El norte de Maine está muy lejos de la mayoría de los galleros.
Es raro cómo las cosas extrañas siempre ocurren en lugares muy lejos. Pero el hecho es que ese gallero de Maine era un buen amigo mío. Antes íbamos a cazar y pescar juntos, así que le pregunté del asunto. El apoyó a Piper 100%, gallos dispuestos para pelear hasta el alma. Materia pura. Criados por cruces consanguíneos durante más generaciones de las que él recordaba.
Ed siempre, buscaba la familia con absoluta casta. Por supuesto, nunca encontró una, pero se acordaba que fulano de tal tenía tal familia cuando era joven, y Ed estaba seguro que existía en algún lugar. ¡Ojalá! pudiera encontrarla hoy en día. Yo leí todas sus teorías y también investigué algunos de sus ejemplos y experimenté con varias teorías, pero todas cayeron en pedazos al examinar de cerca, así que no aprendí mucho.
Piper predicaba que si podía encontrar esa familia mítica con absoluta casta, la cualidad podría ser perpetuada apareándolos, sin nunca agregar una gota de sangre ajena. Inclusive, él conocía un tipo, por ahí en el norte de Maine, quien tenía tal familia. Eran Whitehackles. Los gallos antiguos puros. El criador sentía lo mismo de ellos. Tan finos que no los podía ni describir. El nunca introducía sangre ajena en la línea, así como nunca cruzaría el caballo Secretariat con una burra. El norte de Maine está muy lejos de la mayoría de los galleros.
Es raro cómo las cosas extrañas siempre ocurren en lugares muy lejos. Pero el hecho es que ese gallero de Maine era un buen amigo mío. Antes íbamos a cazar y pescar juntos, así que le pregunté del asunto. El apoyó a Piper 100%, gallos dispuestos para pelear hasta el alma. Materia pura. Criados por cruces consanguíneos durante más generaciones de las que él recordaba.
El problema es que él llevó una carga de ellos a Orlando (Florida) el siguiente año, y la mitad de ellos resultaron ser correlones. No solamente uno o dos, sino la mitad. Entonces empacó a los que quedaron y los llevó a Hot Springs (Arkansas) donde Piper manejaba una gallera, e hicieron lo mismo ahí. Todo eso canceló cualquier idea que yo podría haber tenido acerca de las familias absolutamente finas para pelar, y su perpetuación a través de cruces consanguíneos. Para terminar esta fase del tema, yo he encontrado que existe la misma situación en otros casos.
Algunos galleros son lo que yo llamaría fanáticos de la casta. Siempre platican de ella, conducen varias pruebas, usted sabe, ésas de uno, dos o tres días, y buscan tales aves por todo el país. Sus llamadas telefónicas de larga distancia deben haber costado suficiente para permitir que AT&T aumentara sus utilidades. Ellos adquirieron aves de absoluta casta para pelear, de todas partes que se pueda imaginar; las probaron, las desecharon y buscaron más. Yo conozco muchos de estos galleros, desde hace más de 40 años. ¡Y siguen buscando!
Un tipo decía que podía tomar el gallo más fino de toda la historia y convertirlo en un cero en tres semanas. No sé exactamente qué es lo que les hacía, pero el hambre y la falta de agua para tomar fue parte de ello. Yo no dudo que él podía hacer lo que decía. Yo sé que nunca mandé uno de mis gallos con él. E. Sanford Hatch, criador de las aves famosas que llevan su nombre, solía decir que la casta era más que nada cosa de la constitución. Tuvo instalaciones ideales para empollar, criar y enjaular.
La mejor alimentación y atención durante 365 días al año. Criaba para fuerza y poder sobre todo. Y sus aves fueron finas para pelar, ¡superfinas! Quizás no lo absolutamente finas de que hablaba siempre Ed Piper, pero mucho más finos que la mayoría, y no practicaba cruces consanguíneos. Siempre metía sangre ajena, pero tuvo mucho cuidado en lo que introdujo a la línea y nunca razas que tenían fama de ser correlonas. Un viejo hombre inglés que vivía cerca de mí, George Gavitt, que criaba y peleaba gallos en Inglaterra tanto como en los Estados Unidos, decía que cualquier hombre que diga que nunca tuvo un gallo que corrió de un anillo, jamás peleó muchos gallos.
Lo que dijo es muy sabio. George era un gallero práctico. Con más de 80 años, él había jugado muchos gallos. No era adicto a la casta. Tuvo unos Hennies que podían cortarle a uno las orejas, pero de vez en cuando uno de ellos entregaba su renuncia. Eso nunca le molestó a George. – “Yo sé que no siempre quedan ahí dentro, decía, – pero cuando se van, el otro gallo siempre se alegra verlo irse”.
La mejor alimentación y atención durante 365 días al año. Criaba para fuerza y poder sobre todo. Y sus aves fueron finas para pelar, ¡superfinas! Quizás no lo absolutamente finas de que hablaba siempre Ed Piper, pero mucho más finos que la mayoría, y no practicaba cruces consanguíneos. Siempre metía sangre ajena, pero tuvo mucho cuidado en lo que introdujo a la línea y nunca razas que tenían fama de ser correlonas. Un viejo hombre inglés que vivía cerca de mí, George Gavitt, que criaba y peleaba gallos en Inglaterra tanto como en los Estados Unidos, decía que cualquier hombre que diga que nunca tuvo un gallo que corrió de un anillo, jamás peleó muchos gallos.
Lo que dijo es muy sabio. George era un gallero práctico. Con más de 80 años, él había jugado muchos gallos. No era adicto a la casta. Tuvo unos Hennies que podían cortarle a uno las orejas, pero de vez en cuando uno de ellos entregaba su renuncia. Eso nunca le molestó a George. – “Yo sé que no siempre quedan ahí dentro, decía, – pero cuando se van, el otro gallo siempre se alegra verlo irse”.
A mi no me importa si un gallo se sale, si no tiene esperanzas para ganar; pero mientras todavía las tiene yo los quiero ver ahí dentro tratando de matar al otro. Ese rasgo de asesino es importante. A lo largo de los años George ganó mucho más a menudo de los que perdió.
Muchas veces uno ve a un gallo en el anillo, echado de lado, picoteando cada vez que el otro gallo se acerca a su alcance. Ahí tienen un gallo fino, dice la gente. El problema es que todo lo que está haciendo el otro gallo es picotear también o quizás dando pequeños golpes débiles que no conectan con nada. Pero es probable que si me pusieran un gallo fresco ahí dentro que le diera una paliza al gallo tirado, éste dejaría de picotear rápidamente. La competencia desigual hace mucha diferencia a la hora de mostrar casta. Muchos gallos que parecen ser finos para pelear en competencias inferiores o iguales, correrán como perritos escaldados si son enfrentados por un oponente altamente superior que los corta en pedazos con cada golpe.
Hace años yo conocía un viejo gallero franco-canadiense llamado Leví. Yo no tenía nada de experiencia así que él me cuidó y me enseñó. El me llamó muchacho y me decía -”cuando yo entro al anillo con uno de aquellos giros y la temperatura es de 100 grados en julio, tú apuesta conmigo”. Aquello giros no podían cortar ni pelear mucho, pero eran sumamente fuertes y resistentes, y Leví siempre calculaba que el otro gallo se quedaría exhausto en el sol ardiente y se rendiría antes que aquellos giros cayeran. La mayoría de las veces él tenía razón. Pero hace 50 años había muchos más correlones en las galleras que hoy en día.
Otro tipo nos cuenta de una familia de Brownreds que no habían mostrado ni un correlón en 20 años. Tenían casta absoluta para pelear, declaró el dueño; tenía razón. Eran absolutos – “absolutamente muertos ahí dentro en el anillo”. – El problema fue que eran tan frágiles que uno podía matarlos con una pelota de ping pong, y por eso nunca tuvieron que recibir mucho castigo antes de caer. Este hombre apunta bien: es el castigo el que causa que se rinda un gallo, y entonces, si la constitución de un gallo es tan débil que muere antes de sufrir mucho castigo, aparenta fineza; mientras que si hubiera podido quedar ahí dentro quizás se hubiera escapado por otra ruta.
Bueno, por ahora ya deber haber escuchado suficiente de este tipo de chisme que se platica al vecino por la cerca de atrás. Si usted ha aprendido algo de todo esto, fue pura coincidencia, porque yo no estaba consciente de haberles dado ninguna información. Quizás le gustaría escuchar mis propias ideas sobre el tema. Eso es todo lo que son – sólo ideas -, nada de sabiduría real. Y tengo solamente una norma para la casta: una determinación terrible para matar.
No importan las circunstancias -”ganando, perdiendo, lastimando, sacudido, lo que sea”- yo quiero verlo siempre tratando de matar al otro gallo con todo lo que tiene, o lo que le queda. Si un gallo no tiene esa actitud, no me interesa. La única forma que yo conozco de obtener y retener esa actitud o cualidad, es criar exclusivamente de los individuos que la poseen. Yo no creo que tal cualidad pueda ser perpetuada indefinidamente por cruces consanguíneos. De hecho, yo siento que con cruces consanguíneos extendidos es más probable que la destruyan. Como dijo Tom Dillane hace más de 40 años, – “cuando una familia de aves empieza a deteriorarse físicamente, también deteriora la casta”. Lo cual es otra manera de decir lo que Sandy Hatch decía, que – “la casta es más que nada de constitución”.
La casta es una característica hereditaria. No hay duda de eso, Algunas aves son mucho más finas que otras. Pero es una proposición delicada que puede ser mejorada o reducida muy fácilmente por muchos factores. La introducción de sangre de gallos cobardes lo causará rápidamente. Probablemente en la primera generación. Bajo tales circunstancias la única cosa segura por hacer es eliminar cada gota de esa nueva sangre de sus corraletas. Probablemente uno podría mejorar esta condición de falta de casta, al reducir la proporción de sangre cobarde, pero si hiciera eso, al mismo tiempo se reduciría las cualidades buenas que la sangre nueva trajo a la línea, así que probablemente lo mejor que uno puede hacer es deshacerse de ella por completo de una vez.
Desafortunadamente, la falta de casta es una característica muy tenaz, como una chapucería, o una pata verde, o la cabeza redonda. Una vez que una de ellas se mete a una línea parecen persistir para siempre sin importar el bajo porcentaje de tal sangre.
Yo nunca he estado muy preocupado por la falta de casta. Pero siempre he intentado fuertemente evitar eso a través de cruces sencillos, evitando cruces consanguíneos muy cercanos, cruzando solamente aves jóvenes muy fuertes y sanas, y tomando extrema precaución en introducir sangre ajena, lo cual hago muy rara vez. Del mismo modo, trato de nunca soltar un gallo que no esté en buena condición. Pero aún así, nunca estoy seguro de cuándo pueden surgir los problemas. Tal vez el año que entre. Esperemos que no.
Por: Frank Shy Narragansett